Exposición fruto de la colaboración con el CC Guinardó y el Stripart 2016, convocatoria y exposición de la que se seleccionó a Begoña Terradas para realizar la actual muestra.
En el suelo, Begoña Terradas
La atracción que me causa la repetición tiene alguna cosa de terapéutica. Siempre me ha gustado crear texturas, repetir formas una y otra vez, entrando en un estado de tranquilidad que ha llegado a ser necesario para mí. Mis dibujos tienen un toque recargado que evidencia esta sed de crear tramas y de acumular elementos. Es mi manera de plasmar les angustias para poder paliarlas, pero no pretendo llevar al público a este estado. Puede ser por vergüenza o por no querer el mal a nadie, pero no quiero ser demasiado explícita; si el espectador se encuentra en este estado cuando contemple las obras, y le sale aquel suspiro cómplice de reconocimiento, que piense que todo pasa. Y si no se encuentra en este estado, que busque la calma en la obra, valore su presente y siga siendo feliz.
Las imágenes seleccionadas forman la serie En el suelo, donde hablo de unas circunstancias concretas, una situación de abatimiento sutil, de pausa, en la que sales de ti porque ya no cabes. Son imágenes de almas en el suelo, inactivas pero activas a la vez, intentando procesar información que no acaban de asimilar y que no les deja avanzar. En el suelo, terrenal, nada divino, aquel momento en el que pruebas de pensar en las cosas tal como son, intentando nombrarlas por su nombre buscando la manera de reordenar la cabeza y poder volver a la vida (como en la obra Elena, Alba, manta). Tocando el suelo, sitio a donde tarde o temprano volveremos, conscientes de nuestra pequeñez y grandeza al mismo tiempo. Un momento incómodo, donde tratas con tus demonios, aquellos pequeños insectos que se van acumulando en tu piel, y tu no puedes huir, y quizás ni quieres (como en la obra Mosquita muerta).
La herramienta que uso es el sello, que también es un reflejo de mi actitud, ya sea por su manera repetitiva de utilizarlo como por el contenido del sello en sí, las palabras o los insectos escogidos. Me ayudan en mi mensaje, me permiten agilidad y me sacian mis ganas de rugosidad, pasando a ser una especie de pinceles que crean un puntillismo simbólico.
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