Los Cuartos de Maravillas eran un compendio de objetos diversos. Los hay de gran valor artístico así como modestas colecciones de piezas más tradicionales fruto de una recopilación más cercana al consumo de su momento. Todos ellos engloban la idea de coleccionar y valorar el pasado dándoles una nueva visión a estos pequeños tesoros según la persona que los acumula. Elementos variopintos que se dotan de un nuevo significado.
Este es el punto de unión del trabajo de Paulova y Julio Falagan. Ambos van a buscar en la iconografía tradicional para encontrar y releer sus elementos dotándolos de nuevos significados, creando un lenguaje nuevo. Sus obras, vistas de manera coral, crean un irónico mundo lleno de guiños y acidez que van del collage a la laboriosa pintura al óleo en pixel o la escultura.
Paulova nos muestra una parte de su serie de pinturas Paisajes atómicos que sobrepasan el lienzo completándose con algunas esculturas que inspiran esos inquietantes paisajes. Escenas tradicionales sutilmente interrumpidas por la presencia de naves extraterrestres que cambian completamente la visión del conjunto.
Por su lado, Julio Falagan nos recrea un complejo escenario con sus piezas que invaden la sala desde el interior de sus cuadros explosionando hacia el exterior. Obras que rompen la armonía y el equilibro con un abigarrado montaje en el que sus collages demuestran su buena mano con la relectura de los objetos y las imágenes haciéndolas suyas mediante el dibujo, la ilustración cercana a la estética del cómic y la publicidad.
Ambos hacen pensar al espectador más allá de lo que están viendo, mediante un guiño y su irónica visión del mundo. Sacan de su contexto elementos para presentarlos ante el espectador como pequeños Cuartos de Maravillas por sí mismos.
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