La fotografía en Blanco y Negro se basa originalmente en tres sales llamadas haluros de plata que son las encargadas de conseguir una sensibilidad a la luz y la ausencia de color. En este proceso se basa el trabajo de estos dos jóvenes fotógrafos que van a buscar en la tradición fotográfica, pictórica y periodística para crear un corpus de obra completamente opuesta entre sí.
En la exposición Haluros de plata podemos ver dos maneras muy diferentes de usar el B/N tradicional tanto a nivel de resultados como de técnica. Unidos por el aspecto clásico y elegante de la imagen B/N Daniel Garzee y Rafa Ruiz experimentan sobre su capacidad de emocionar y transmitir con un halo de eternidad y a su vez aportando una intensa mirada que legitima la obra por su complejidad técnica. Nunca es un terreno amable el B/N. La instantaneidad del trabajo de Rafa Ruiz, cercano al fotoperiodismo, se opone completamente a los reposados trabajos de estudio de Daniel Garzee.
Rafa Ruiz encuentra su frescura y nitidez en el dramatismo en B/N mediante una estética del abandono muy cercana al gótico y al romanticismo. Sus contrastadas escenas emanan una luz interior que hace al espectador mirar en la profundidad de sus encuadres, dejando en los márgenes todo el peso de la sombra acompañando a quien mira. Son obras fruto de la inmediatez y cercanas al fotoperiodismo.
Su serie Alegria Circus enfoca sobre la vida llena de contrastes de un espectáculo boliviano que se cruza en su camino. Destaca especialmente fragmentos de luz y sombras de los componentes de esta singular compañía. Su decadencia y sus risas surgen de cada instantánea para invitar al público a conocer o inventar el resto de la historia de sus protagonistas. Una historia llena de esperanzas que surgen desde una situación de exclusión de sus desfavorecidos componentes para la supervivencia con su espectáculo itinerante que acerca, paradójicamente, la alegría a sus espectadores. El color del circo es desprovisto del mismo en esta mirada de Rafa Ruiz ganando con ello fuerza e intención.
Daniel Garzee por su parte, pone bajo el foco de la fotografía en B/N a la sus modelos retratados, quienes pierden su propia identidad para sumirse en un aspecto más grande que ellos mismos, una experiencia imagen de conjunto. Su reflexión sobre la identidad, el proceso vital y la estética seria que oprime a sus protagonistas no nos da muchas pistas sobre su juventud como creador. Sus retratos miran al pasado, a las fuentes históricas de la luz de Caravaggio o del retrato victoriano, como en la serie El viaje o Yellow Woman, pero a su vez su trabajo va más allá empezando una investigación hacia la introducción de nuevos elementos como en la serie Line que nos lleva a pensar y acercarnos a las imágenes de la fotografía underground americana de los 70 con pinceladas de color.
Las suyas son unas imágenes de estudio completamente medidas en las que nada se deja al azar, un blanco y negro clásico y abrumador que oculta su edad, pareciendo imágenes desarrolladas por una mano experta y firme, trabajada en una trayectoria extensa. Daniel Garzee huye en su faceta artística del artificio más superficial para ahondar en la profundidad del sentimiento estético. Este aspecto lo consigue desproveyendo a la fotografía del color y ajustando la luz y las sombras para destacar lo que quiere reflejar de las personas, en quien centra toda su atención.
Dos miradas y maneras de trabajar opuestas unidas por la escala de completa de grises que van del blanco más puro al negro más intenso.