La arquitectura y el urbanismo nos rodea y limita ejerciendo presiones de todo tipo, objetualizando las decisiones de una sociedad como síntoma evidente de las ideologías que promueven. De esta manera ve Simona Rota la arquitectura como un código, una apropiación del territorio que permite una visión general sobre el mundo en un punto determinado de la historia de una civilización con múltiples implicaciones y escalas, con diferentes niveles de lectura según los ojos de quien mira. La arquitectura como instrumento, como plataforma de expresión del poder y como consecuencia de cómo imaginamos el mundo. Oprime de esta manera nuestros movimientos, hábitos y sueños como una jaula en la que vive un ave. Una jaula que se ve de manera muy diferente según tu posición respecto a ésta; como observador del objeto, como habitante del mismo o en relación al entorno y sus propias características previas y persistentes.
Este ente omnipresente que es la arquitectura nos encuadra física y mentalmente. Ahora que estamos sufriendo las consecuencias de la burbuja inmobiliaria y los cambios de paradigma en el consumo de la vivienda, tal vez podemos empezar a perfilar la arquitectura como uno de los códigos limitadores clave de nuestra existencia en todas sus formas. Viendo en nuestro entorno podemos detectar lo que pensamos sobre nosotros mismos como civilización, lo que creemos que somos así como lo que soñamos o queremos aparentar que somos.
La arquitectura vista desde una dual presencia llena de contrastes pero con un hilo conductor protagoniza esta muestra desde los ojos de Simona Rota. Un juego de oposiciones enfrentadas a un espejo, entre el interior y el exterior, entre lo habitado y lo abandonado, entre la cotidianidad interior de Big Exit y la soledad absoluta de Ostalgia e Instant Village. Contrastes que encuentran correlación en los diferentes formatos de la serie y que se aúnan en la sala de exposición para que el espectador viaje entre sus imágenes con una misma atmósfera y múltiples interpretaciones.
Esta selección de trabajos, creados por la artista de manera independiente, constatan la importancia de la arquitectura, tanto en la vida doméstica de las personas como en la vida pública de las sociedades. Dando forma a los usos del espacio, las construcciones surgen en sus encuadres protagonizando un instante congelado que no se repetirá. La calidez interior de Big Exit nos muestra una figura femenina que busca una salida a su opresivo apartamento, limitador de sus acciones y condicionante de su forma de vida. Mientras en esta serie la figura femenina aporta la clave sobre la lectura del espacio, tanto en Ostalgia como en Instant Village, es el silencio y la falta de referentes humanos lo que proporciona a la arquitectura todo el poder para el que fue creado, desde la propaganda política de los edificios de la antigua Unión Soviética a las aberraciones urbanísticas de las costas españolas.
La poética del abandono, de la inconexión entre paisaje y arquitectura o entre construcción y realidad social es uno de los ejes conductores de su producción, destacando en esta selección de piezas la rotunda potencia de la Arquitectura como código de nuestra existencia, en el que nos desarrollamos a todos los niveles.